16/5/13

Si no se puede contra la montaña hay que controlarla.


No recuerdo en qué momento comencé a escuchar con tinte negativo la palabra droga, de niño entendí que se trataba de algún tipo de sustancia que te hacía perderte en la vida hasta morir, jamás la relacioné con el alcohol o el cigarro que, al contrario, eran -y siguen siendo- altamente consumidos por personas cercanas a mí. De niño nunca cuestioné por qué las drogas te podían llevar a la muerte, simplemente así era, del mismo modo que nunca cuestioné por qué el alcohol y el cigarro si podían ser consumidos por las personas con toda naturalidad. Un día, en mis clases de inglés del viejo Centro Cultural, aprendimos palabras como drugstore y bookstore, y entonces hice mi primer cuestionamiento: "¿Por qué a una farmacia en inglés se le dice tienda de drogas?" al obtener respuesta comencé a entender lo que en realidad eran las drogas. Una sustancia que se ingiere para sentirnos mejor, en otras palabras una "medicina", en el sentido coloquial de la palabra.

Durante mi adolescencia y entrados los veinte, fui un joven digamos "socialmente activo" no faltaba un sábado por la noche en que fueramos con mis amigos a los bares de la vieja Zona Rosa de San Salvador a oir covers de rock interpretados por bandas locales noventeras, el dress code eran los All Star, jeans, camiseta blanca por dentro y camisa a cuadros desabrochada por fuera; los que teníamos padres más o menos liberales nos dejaron tener el pelo algo crecido y para entonces nadie nos confundía con un marero, lo que decían es que uno era un "rockero", un bohemio, un loco y en el peor caso un "drogo". Yo escuchaba de boca de algunos que en la Zona vendían drogas, que ahí mismo en el triángulo (al centro del lugar) te las ofrecían y podías comprar sin problema, para mi suerte jamás tuve contacto con alguna de estas operaciones mercantiles, pero si es verdad que más de alguno pensó que me había drogado en algún momento.

De adulto he escuchado muchas historias sobre drogas, ahora relacionadas al crimen organizado, he leído noticias de barriles con dinero encontrados enterrados en el campo y he escuchado muchos especular sobre el origen del financiamiento de muchas inversiones en Centroamérica, principalmente en la industria inmobiliaria, tan así que ya soy parte de los que, al ver un edificio nuevo, con una interesante volumetría y un funcionamiento eficiente, piensa que seguramente es lavado de dinero. En más de algún comentario he dicho osadamente que la crisis económica se resolvería si todos esos barriles fueran dinero lícito, para que todo se reinvierta abiertamente y así nadie se esté preocupando si las drogas son legales o no. El problema entonces se me hizo ético porque estaba diciendo que, todo aquello que desde niño supe que era malo, ahora ya no me importaba.

El martes pasado durante el Foro Centroamericano de Periodismo 2013 tuve la oportunidad de escuchar el debate sobre la propuesta de despenalización de las drogas en Guatemala, que estuvo a cargo del ministro de Gobernación de ese país, Mauricio López Bonilla y el consultor internacional en seguridad humana, Edgardo Buscaglia; ambos fueron muy claros en sus puntos de vista convergentes respecto al tema de las drogas y es muy válido sacar conclusiones:
  1. El modelo prohibicionista actual es claro que por décadas no ha funcionado; existe una demanda y por lo tanto hay una estructura empresarial (crimen organizado) que aprovecha para suplir esta demanda, es básicamente un negocio redondo.
  2. Las empresas criminales, como cualquier empresa legalmente establecida, busca modelos de negocio y por lo tanto las drogas no son el único giro de estas empresas, lo que significa que despenalizar las drogas no golpearían estas economías criminales, mucho menos acabarían con ellas; sin embargo el dinero que podría percibirse de sus impuestos podría utilizarse en inversión social valiosa.
  3. Al despenalizar las drogas el estado debe estar preparado para orientar el consumo de estos productos creando campañas de educación sobre el abuso, haciendo programas de atención a drogadictos (igual que hoy existe para los alcohólicos)  y asegurando la calidad de tal manera que se reduzcan los daños colaterales de su consumo. Estamos hablando entonces de una regulación de las drogas.
Edgardo Buscaglia comentó que en la actualidad existen más de 300 drogas de diseño, muchas de ellas fuera de la regulación pactada por la ONU, es decir, se están adquiriendo en forma lícita a través de internet; se trata de fármacos creados clandestinamente, que no tienen control en sus componentes y que sus consumidores desconocen los peligros que esta condición puede llevarles a su salud. Entonces, si estas sustancias son básicamente demandadas por el ser humano no queda más que educar y controlar las consecuencias de su consumo. Si no se puede contra la montaña hay que controlarla.

Nota: La imagen de esta entrada no pertenece al autor de este blog.

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