Mientras el Tribunal Supremo Electoral (TSE) aun no ha reportado ningún tipo de resultados tras las elecciones del pasado domingo en El Salvador, presuntos ganadores y presuntos perdedores han anunciado sus propios resultados, en medio de la coyuntura sobre la eficacia del proceso en manos de este Tribunal. Algunos sorprendentemente se proclaman ganadores sin mucha altanería y hasta cierto grado de humildad, otros se aceptan perdedores con bastante cordialidad y a veces hasta con el reconocimiento hacia el proclamado triunfador. Posiblemente esta supuesta ineficacia del TSE sea el telón de fondo que se necesita en El Salvador para que funcione la dialéctica política y que intereses que históricamente han estado contrapuestos finalmente puedan encontrar una vía (o varias) por la cual ambos aporten a la evolución de nuestra sociedad. Eso sería realmente "corregir el rumbo de El Salvador".
En el sentido más general, dialéctica es el "arte de argumentar, dialogar y discutir" en el entendido de que a través de la discusión basada en argumentos se obtiene el conocimiento, justo a lo que algunos abogados en la actualidad se refieren con el término "diálogo". Más allá del diálogo, la dialéctica supone una necesaria relación entre los opuestos, en donde la existencia de uno supone la crítica del otro y viceversa, quiere decir que la no existencia de uno supone la aceptación dogmática del otro, sin cuestionamiento alguno, también viceversa. Para Platón, la dialéctica es una actividad básica para el conocimiento pues implica el ejercicio de la razón y por lo tanto no acepta ningún tipo de argumento basado en las percepciones (sensaciones) sino más bien se trata de conocimiento estricto, fundamentado y universal; la dialéctica según Platón aspira al conocimiento de la idea del bien como fundamento de la realidad y por lo tanto tiene como objetivo llegar a hacer el bien.
Para Hegel, la dialéctica es una forma de comprender la realidad, pues supone una constante contradicción de momentos que posibilitan la dinamicidad de lo real. Hegel establece que, por el carácter dialéctico de la realidad, esta no es estática ni determinada sino que es cambiante y transformada por la contradicción, lo que significa que la realidad puede ser comprendida solo en relación con su oposición. En un primer momento se plantea una tesis que puede ser un concepto, una afirmación, una circunstancia o un objeto tangible, un segundo momento llamado antítesis es la negación del primer momento, al ser una contradicción es motor de la dialética y por lo tanto dinamiza la realidad, posibilita el cuestionamiento y la razón, por último surge una síntesis en donde se extraen los aspectos positivos de cada uno de los momentos anteriores, permitiendo así la evolución de la realidad. Inmediatamente esta síntesis se convierte en la tesis de los momentos siguientes manteniendo una constante dinámica.
La dialéctica política a la que hago mención no es más que un apellido para la dialéctica, pero se enfoca en la discusión de ideas políticas argumentadas bajo el conocimiento estricto y no con posiciones dogmáticas como se ha visto antes en la Asamblea Legislativa, por lo tanto veo una posibilidad en el futuro político salvadoreño, en el momento en que se estrenarán los concejos municipales plurales y ya algunos de los autoproclamados perdedores dijeron que se integrarán de esta manera a los nuevos concejos. Es necesario entender que la dialéctica es necesaria, es básico que opositores dialoguen, pero deben hacer a un lado las ideas o intereses personales pues bajo ninguna circunstancia tienen un argumento político, al no haber un argumento, por el carácter dialéctico de la realidad, debería quedar inmediatamente descartado siendo la razón la que prevalece. Esto no es de partidos políticos, ni de conservadores o liberales, es de tener capacidad política, capacidad de diálogo y de argumentar en beneficio del bien común.
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