El día de ayer murió Oscar Niemeyer, uno de los personajes más respetados e influyentes en la arquitectura moderna internacional. Nacido en 1907 en Rio de Janeiro, fue un joven bohemio de la época sin mayores preocupaciones sobre su futuro, al casarse a los 21 años tomó mayor responsabilidad y fue entonces cuando decidió trabajar sin remuneración (inicialmente) con Lucio Costa, con quien más tarde planearían lo que el mundo ahora conoce como Basilia, capital de Brasil. Niemeyer era un Ingeniero Arquitecto de profesión (Escuela de Bellas Artes de Brasil, 1934), manifestaba no estar satisfecho con la arquitectura de su época y en 1945 decidió unirse al Partido Comunista de Brasil con lo que comenzó a reconocerse por su fe en este régimen, más tarde su ideología le costaría caro. En sus últimos años Niemeyer externó que no era la arquitectura lo que buscaba cambiar sino la sociedad misma.
La arquitectura por ser una profesión de expresión visual, resulta encantadora en primera instancia, sus formas enamoran a quienes soñamos con la creación; la propia formación y más tarde la madurez dejan claro que la arquitectura no es forma sino "una forma" de hacer vida, de crear lazos, de interactuar con el mundo, con otros seres humanos... es una forma de hacer sociedad. Si hay algo que comparto con Niemeyer es esa visión humana y humanizadora de la arquitectura, la concepción de habitabilidad del espacio como condición generadora de la forma. A pesar de que me considero un arquitecto de líneas geométricas, admiro y sigo el trasfondo que hay en las líneas curvas de Niemeyer que visualizó la naturaleza como punto de partida en la generación de sus formas, en la exploración de nuevos materiales, nuevos sistemas de construcción y nuevas formas de ver a la sociedad.
El encargo de Brasilia es sin duda el proyecto más relevante en la historia de Niemeyer, creo que si a cualquiera de nosotros (los arquitectos) nos encargaran la creación de una nueva capital para El Salvador, nos volveríamos locos, de hecho en el más pequeño encargo que tenemos logramos visualizar ese trasfondo que todo proyecto tiene y que no se trata de la función o de la tecnología que se aplique sino que es ese conjunto de elementos dispuestos que toman una personalidad, que tiene un lenguaje, que dialoga con lo que le rodea, que rechaza lo que no le gusta, que puede abrazarte y a veces hasta besarte. Es esa arquitectura que consigue un objetivo.
Por último me refiero a Niemeyer como un ejemplo pero no desde la arquitectura sino desde su visión, aunque el comunismo es un régimen obsoleto en nuestros días, esta visión de fondo acerca de una sociedad más igualitaria, solidaria, debería ser la guía en nuestro quehacer, el espíritu de trabajo en equipo, de colaboración y respeto hacia las funciones de los demás es a lo que la sociedad debe apuntar para salir adelante.
Nota: La imagen de esta entrada no pertenece al autor de este blog.
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