Siempre he sostenido que un proyecto de arquitectura es exitoso en la medida en que su conceptualización sea una innovadora respuesta a las necesidades particulares planteadas, en anteriores ocasiones me he atrevido a decir que podemos llegar a inventarnos nombres para los espacios, crear nuevas palabras que describen, de alguna manera, aquellas intenciones que tenemos con los espacios y es que son tantas variables las que llegan a intervenir que a veces solo el nombre con el que llamamos un espacio logra hacer la diferencia a nivel conceptual.
Sin embargo, en el ámbito de las relaciones humanas no es verdad que se puedan inventar nombres o que con solo llamarle de otra forma se logre resolver una tipología de interrelación humana. Existen sentimientos, señales naturales y sociales, nexos, reacciones normales y contactos físicos que son las variables que intervienen en este tipo de conceptos, pero hay momentos en la vida en que las combinaciones de estas variables son muy claras con respecto al tipo de relación humana que se esta formando. Debemos ser honestos con los demás y con nosotros mismos, existen relaciones parentales, laborales, profesionales, de amigos, de enemigos, de amores, de amoríos, de amantes, de dinero, de conveniencia, de convivencia, entre muchas otras. No se trata de crear algún concepto innovador que satisfaga o resuelva una necesidad particular, solo es cuestión de honestidad y de sensatez pero sobre todo de responsabilidad consigo mismo y con las personas que forman relaciones con nosotros.
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