Hace casi tres años, en la Asamblea Legislativa entró en discusión el tema del matrimonio entre personas del mismo sexo, me atrevería a decir que sucedió más por moda que por ser un tema de importancia para el país, puesto que en los últimos años ha existido una tendencia a la aceptación de este tipo de uniones que las sociedades se han dado a la tarea de darles un significado, más que peyorativo, guiado por el morbo y la ignorancia. En los próximos días la legislatura salvadoreña dejará clara la posición que institucionalmente tiene el país respecto a esto.
El matrimonio como institución social nace durante siglo III en la antigua Roma, antes de este momento la castidad no era considerada un valor y no era necesario casarse para tener relaciones sexuales ni para tener hijos, sin embargo cuando un miembro de clase alta quería asegurarse de transmitir su herencia (patris monium)a sus hijos en forma legítima, este optaba por unirse a una mujer que se encargaría de procrearlos y educarlos (matris monium), Al no existir bienes que heredar, esta unión era totalmente prescindible y los esclavos ni siquiera gozaban de este derecho. El objetivo era entonces dar nacimiento a hijos legítimos (término en desuso actualmente) que pudieran heredar los bienes del padre y por lo tanto la fidelidad de parte de la mujer era sumamente necesaria para asegurar que los hijos realmente lo fueran, una mujer infiel era devuelta a la casa paterna mientras que un hombre infiel no era mal visto. Este vistazo histórico puede que explique mucho de la visión actual que se tiene en torno al matrimonio 18 siglos después.
El origen material de la institución del matrimonio guarda una coherencia absoluta con su propio objetivo, el papel que por naturaleza se otorga a la mujer es la procreación y educación mientras que al hombre se le otorga el de la producción, provisión y por lo tanto la herencia, sin embargo también la realidad de la sociedad moderna es otra, según la Encuesta de Hogares para Propósitos Múltiples 2010 (EHPM) el 43% de la población salvadoreña son hijos dentro del hogar, el 26% son jefes de hogar y un 15% son los cónyuges, lo que significa que del porcentaje de jefes de hogar existe un 11% que son hombres o mujeres que sin compartir su vida con alguien más, llevan las riendas del hogar; de la misma encuesta se desprende un 17% de la población que mantiene otro tipo de relación de parentesco con el/la jefe de hogar, es decir que sin formar una pareja comparten responsabilidades en la administración doméstica. Otro dato interesante viene de la población mayor de 12 años, se sabe que un 25% se encuentran casados mientras que un 20% declaran estar acompañados, lo que significa que aquellos hogares formados por la unión de hombre y mujer, cerca de la mitad de ellos están fundados en la unión de hecho y no en la celebración de un matrimonio civil o religioso.
Los datos mostrados revelan una realidad social contenida, los hogares salvadoreños no están formados únicamente por la unión de un hombre y una mujer ni tampoco es el matrimonio la única vía por la cual se unen hombres y mujeres, esta deducción llama la atención al relacionarla con el origen del matrimonio cuyo objetivo era la procreación y aseguramiento de la herencia, ya que tal parece que el matrimonio como institución ha dejado de ser un requisito para poder procrear y heredar, algo que la visión actual del matrimonio no quiere comprender. Según la misma EHPM, durante 1994 se registraron 27,761 matrimonios contra 2,542 divorcios, lo que viene a representar un 9.16% del total de uniones en ese año sin embargo para 2009 se registraron 28,048 matrimonios (muy cercano a lo registrado en 1994) contra 6,019 divorcios que representan un 21.46% del total de uniones en ese año. Este aumento en más de 12 puntos porcentuales deja en claro una tendencia a anular estas uniones por diversas razones, una de ellas puede ser que ya exista una mayor apertura a aceptar las fallas irreparables dentro de una relación de pareja y otra puede ser que no se están celebrando los matrimonios por las razones adecuadas y por lo tanto las fallas irreparables son más frecuentes.
Si volvemos al origen plenamente material de matrimonio se puede ver con claridad que la razón de ser es la procreación y educación delegada en la madre sin embargo, el esquema funcionaría si los hogares fueran siempre compuestos por un padre y una madre y tal como se lee en las encuestas esta no es la realidad de muchos de los hogares salvadoreños, así pues si la procreación y educación ya no es únicamente una función de la madre sino que también puede ser de un padre, una tía, una abuela, un tío entre otros muchos casos, significa que la institución del matrimonio, tal como fue originada, parece estar obsoleta en nuestros días. La pregunta es ¿Por qué entonces las personas buscan casarse? "casar" o "unir" de donde se desprende la palabra "casamiento" es tal vez una definición más certera para este fenómeno, existen personas que, lejos de la visión obsoleta del matrimonio, buscan unirse y convivir; la convivencia y la solidaridad entre estas personas es la que posibilita muchas de las uniones de hecho que se dan en nuestros días, algunas de estas personas es probable que se encuentren en el registro de la EHPM y que por ahora la sociedad pretende tacharlas como informales. Lo interesante de esta reflexión viene cuando se piensa nuevamente en el origen material del matrimonio: La procreación y educación de los hijos, es evidente que estas dos funciones son un pilar importante de cualquier sociedad ya que de esta función depende el sostenimiento del aparato social, pero ¿que se puede esperar de una unión entre hombre y mujer en donde no existe una razón clara sobre esta función? o mejor dicho ¿Quién dice que solo la unión entre hombre y mujer puede realizar esta función?. El Salvador como muchas sociedades latinoamericanas no puede jactarse de poseer una educación privilegiada pero es seguro que lo poco que se ha ganado en educación viene en gran parte formado de hogares con esquemas familiares muy diversos que merecen también la atención y el respeto de una sociedad del siglo XXI
La insistencia de algunos sectores sociales sobre la prohibición del matrimonio entre personas del mismo sexo viene a representar no solo ignorancia respecto a la realidad salvadoreña sino también una fuerte ofensa a quienes deciden a conciencia unirse con otra persona de su mismo sexo. Las razones por las cuales dos personas deciden "casarse" o "unirse" deberían ser el centro de atención de este debate, probablemente dos personas, independientemente de su género, si se unen por las razones correctas, sean entonces las más adecuadas para procrear y educar a quienes serán el sostén de las futuras sociedades; probablemente entonces casarse dejará de ser prioridad para las mujeres de 25 años o bien los solteros maduros dejarán de ser etiquetados de gays pero lo más seguro es que el matrimonio, como se le conoce ahora, dejará de existir.
Notas: