Poco a poco ese mundo de trocitos fue quedando atrás, el guacal regresó a remojar ropa y aquellas piezas de madera fueron dispersándose por toda la casa, algunas fueron alguna cuña para la silla, otros sirvieron para algun trabajo de reparación de mi papá y no me cabe la menor duda que debe haber uno que otro enterrado en el jardín; sin embargo al llegar a los 14 años en la mente adolescente (ahora con más criterio) siempre existía un mundo de trocitos con ideales de vida, objetivos concretos y metas a corto plazo que, más que logros profesionales o académicos, tenían que ver con la mente y el corazón; desde entonces definí que la razón por la que veníamos a esta vida era para "ser feliz".
Más tarde tuvé la oportunidad de recrear aquel mundo de trocitos... ahora a una escala mayor, a escala natural, ya era una casa de verdad donde habían responsabilidades: muebles que ordenar, una cocina para trabajar, recibos que pagar y también habían vehículos, un jardín y personas que daban vida al espacio, yo era de esas personas y nada de esto estaba en mi imaginación... era muy real.
Hoy por hoy todos aquellos elementos que recrearon el mundo de trocitos siguen ahí presentes, pero con el tiempo me dí cuenta que esta recreación no es como la imaginaba a los 5 años, tiene otros elementos inesperados, absolutamente nuevos y desconocidos que en el camino he aprendido a asimilar y comprender que existen y son tan reales como los demás, y con todo y todo siempre se trata de ser felices. El mundo real no está hecho de trocitos de madera ni tampoco le da vida aquello que está solo en la imaginación, la vida tiene en verdad muchas sorpresas que nos agrada conocer y nos permite identificarnos a nosotros mismos y saber aquello que nos parece bien y lo que nos parece no tan bien... al fin y al cabo todo se trata de aprender.
Nota: la imagen de esta entrada no pertenece al autor de este blog.
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