"Temprano en la vida tuve que elegir entre la arrogancia honesta y la humildad hipócrita. Elegí lo primero y no he visto razón para cambiar". Así dijo una vez Wright (1867 - 1959) en uno de sus múltiples comentarios en dónde dejaba ver la perspectiva que el diseño representaba en su tiempo, en efecto este importante arquitecto del modernismo del siglo XX llegó a definir hasta el estampado de los platos del famoso Hotel Imperial en Tokyo (1922) y es autor de muebles como la silla Barel (1937) que a la fecha aún podemos ver en pantallas como parte de composiciones televisivas y cinematográficas. El término arquitecto proviene del antiguo griego ἀρχιτέκτων arqui - tectón (primero - obra), que significa literalmente el primero o el máximo responsable de obra, así entonces la palabra "arquitecto" proviene del latín (tomado del griego) y suele interpretarse como Jefe de carpinteros u obreros mientras que los libros de origen inglés lo interpretan como "Más que un obrero" por el prefijo superlativo archi, como en el caso de Archi-enemigo, más que un enemigo; en fin la etimología nos da una clave sumamente básica del origen de esta connotación tan arrogante que podría haber inspirado a Wright en su frase, por citar sólo un ejemplo.
En El Salvador la academia de la arquitectura tiene a penas un poco más de 50 años y fue iniciada por arquitectos salvadoreños graduados en el extranjero quienes, bajo el entrenamiento, dieron un giro a la estética de las edificaciones residenciales en San Salvador colocando a la arquitectura como una característica propia de la élite, desde luego las ideas formales de esta generación ferviente de arquitectos se confrontaron con la academia de la ingeniería la cual había sido hasta entonces responsable de las construcciones. No es de extrañarse escuchar de estas generaciones sobre una riña infinita entre arquitectos e ingenieros sin embargo, entre los años 2003 y 2006, cuando trabajé como parte de un equipo diseñador de proyectos, pude entender que esta vieja riña no existía más. La escala de los proyectos (hasta 250,000 m2), las nuevas tecnologías necesarias para el usuario, las nuevas técnicas constructivas y sobre todo los cortos tiempos en que se debía desarrollar prácticamente obligaban a una dinámica eficiente y armoniosa entre las múltiples disciplinas que intervenían en estos proyectos, quizá hablo de un poco más de 50 personas únicamente encargados de la planeación, entre los que se contaba con arquitectos, arquitectos paisajistas, arquitectos interioristas, arquitectos e ingenieros supervisores de obra, ingenieros estructuristas, ingenieros electricistas, ingenieros hidro-mecánicos, ingenieros de tráfico, especialistas en estudios geotécnicos, biólogos ambientalistas, en fin una completa diversidad de criterios que son completamente necesarios en la creación de proyectos de la escala de centros comerciales y hoteles en cualquier parte del mundo.
Atrás quedaron arquitectos y/o diseñadores del pensamiento de Wright que se asumían absolutos jefes o directores de una obra, en definitiva hoy por hoy las circunstancias en que se crean edificaciones demandan un equipo multidisciplinario de trabajo en donde es completamente válido el criterio de cada profesión, de cada pensamiento y el arquitecto debe tener la capacidad de permitir el trabajo de aquellas competencias que no son del diseño arquitectónico, sin embargo, la visión creativa del producto concebido en la mente del arquitecto debe prevalecer como una guía (no imponente) hacía las demás disciplinas de tal manera que una edificación se diseñe y se construya tal como se ha conceptualizado hasta en el detalle, ésto último representa la posición que un arquitecto debe tomar hoy en día.